miércoles, 21 de noviembre de 2018

Martha Estela TorresTorres: Mario Arras

Taller de Mario Arras                                                                 

Martha Estela TorresTorres

(Recordando al Arqui en su segundo aniversario luctuoso).

En esa temporada evocamos los recuerdos del Taller Literario Pablo Ochoa, los momentos de trabajo, revisión y unidad que dábamos a los textos, a la creación que geminaba de nuestras manos como flores, abejas y estrellas.
Mario Arras, su coordinador, ha sido uno de los maestros más importantes en el estado de Chihuahua, por su cultura, su preparación, su amor a la literatura y a las artes, pero sobre todo por apoyar, dar impulso y orientación a los escritores que despertábamos al anhelo de crear, escribir versos, inventar cuentos e historias plasmando la realidad, la imaginación o nuestros sueños.
Aún a dos años de su partida, desde el primero de noviembre 2016, nos duele su ausencia que se fortalece con el tiempo, con el silencio que deja después de tantos años de convivencia, de múltiples recomendaciones, excelsas pláticas sobre cine, arte, y enseñanzas que nos alentaban a quienes acudíamos cada miércoles al Centro de Arte Contemporáneo, después al CIDECH, al Colegio de Bachilleres, a Filosofía y Letras, y en los últimos años a su casa museo como si fuera nuestro hogar, invitándonos además a Eva Castro, a Luz María Montes de Oca y mí los sábados para trabajaren nuestra primera novela; ahí convivimos con su familia siempre hospitalaria.
Muchos fuimos afortunados por estar en su taller. Nos alimentaba su conocimiento y amabilidad, disfrutando a la vez del compañerismo que prevaleció en los bellos espacios que como arquitecto construía.
Algunos talleristas crecieron, se superaron, tomaron decisiones importantes, como iniciar, sin importar edad ni condición, unacarrera en letras, en artes o alguna maestría acorde a la creación. Otros compañeros emigraron para siempre, salieron a buscar otras rutas, nuevos horizontes en su quehacer artístico. Muchos nos quedamos a escribir en silencio, a compartir lo que aprendimos, a esparcir semillitas en tierra fértil como él lo hizo durante décadas dedicado a esta labor fecunda.
El Arqui daba mayor valor al aprendizaje y avance de sus discípulos que a los limitantes del oficio, cultivando la sensibilidad y el ingenio como perlas en los mares. Su mayor acierto, ser maestro de maestros, líder que sabía descubrir y desarrollar talentos.
Por medio de su intervención conocimos a los escritores y artistas que emigraron de Chihuahua como Sebastián, Víctor Hugo Rascón Banda, José Vicente Anaya, Carlos Montemayor, entre otros. Arras fue su primer promotor en esta tierra sin profetas. Él los dio a conocer en el estado, en la región minera especialmente. Recuerdo cuando nos comentaba que eran sus amigos y nos contaba de su trabajo y proyección.
Después, algunos compañeros talleristas destacaron en estudio, trabajo y publicaciones por su pasión a este oficio, desfavorecido materialmente, pero de gran nobleza y trascendencia en las líneas impredecibles del tiempo.
Arras ha alcanzado trascendencia, ya que vive en cada uno de nosotros, en cada amigo, cada alumno, cada persona que supo asimilar su disciplina, y sobre todo su gratitud a la vida. Ahora cada tallerista esparcirá a su vez sus enseñanzas, siete veces siete, no en una suma lineal, sino en una multiplicación infinita que alcanzará a las nuevas generaciones, identificadas seguramente por su sensibilidad e ingenio y la generosidad de los verdaderos maestros como él, que no reclaman un lugar en la historia, simplemente se empeñan en compartir la abundancia de su corazón dejando una huella notable en el intelecto y el alma de sus discípulos.

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