Los signos de puntuación
5. Los puntos suspensivos
Si preguntamos cuál es el defecto básico de los puntos
suspensivos, seguramente se nos contestará con una frase de este orden: no
concretan, dejan la idea en el aire, la vaguedad, los demás tienen que adivinar
lo que queremos decir, etc.
Si preguntamos cuál es la virtud, o el valor, de los
puntos suspensivos, ¿qué contestación obtendremos?
Las respuestas serían las mismas de antes: dejan la
idea en el aire, la vaguedad, los demás tienen que adivinar…
Por tanto, los puntos suspensivos no son buenos ni
malos. Somos nosotros quienes hacemos un buen o mal uso de estos signos.
Errores más frecuentes:
a). Poner más de tres puntos, buscando torpemente un
efecto más intenso. Los puntos suspensivos solo son tres, en todos los casos.
b). Uso inadecuado:
Cuando queremos precisar, no debemos acudir a los
puntos suspensivos.
Ejemplo:
Es un automóvil que tiene cuatro… puertas.
Eso es torpe.
c). Uso adecuado:
Cuando no queremos formular nuestro pensamiento de
modo claro, porque nos parecería imprudente, acudimos a los puntos suspensivos.
Ejemplo:
Yo creo que dibujas bien, pero…
Los tres puntos nos sirven aquí para sugerir que, en
nuestra opinión, no se trate de un gran artista a pesar de su habilidad, o que
no logrará vender sus dibujos, o cualquier otra objeción que “queda en el aire”
y que nuestro amigo “recogerá”.
Téngase presente que cuando hablamos empleamos también
los puntos suspensivos. Si en una reunión queremos decir que fulano de tal es
un sinvergüenza, y tememos que todos o algunos de los presentes son amigos
suyos, o no comparten nuestra opinión, diremos:
Voy a hablarles francamente, yo creo que Fulano de Tal
es un... sinvergüenza”.
La pausa de los puntos suspensivos nos permite
anticipar vaga y prudentemente nuestro juicio, y observar la reacción que
provocará.
ch). Abuso
Es importante reducir el empleo de los puntos
suspensivos a los casos que hemos visto en el apartado anterior. No se
acostumbre usted a dejar colgadas las frases.
Es frecuente incurrir en este vicio:
Primer ejemplo:
He considerado este asunto y no me interesa, salvo que
se presenten nuevas…
El interlocutor suele completar la frase:
circunstancias.
Otro ejemplo:
Estoy de acuerdo en que existe el problema, pero no me
gusta la…
El interlocutor añade por su cuenta: solución.
La pereza que nos impide terminar las frases, suele
ser fatal. Al principio, quien nos escucha se divierte sugiriéndonos las
palabras que no encontramos, pero al poco tiempo se cansa de este juego.
Terminar la frase es un esfuerzo que le corresponde a quien habla.
Empezar una frase es difícil. También lo es
desarrollarla, construirla. No podemos malograr este esfuerzo renunciando a la
última palabra. Si abusa usted de los puntos suspensivos finales, da la
impresión de que le falta energía.
d). Los puntos suspensivos y el etcétera
Algunos profesores afirman que los puntos suspensivos
equivalen al etcétera, como una de sus funciones. Pero no. Se trata de dos
recursos distintos.
Cuando empleamos puntos suspensivos, quien lee debe
adivinar qué clase de palabras dejamos de añadir a las precedentes.
Ejemplo:
El hotel era viejo, incómodo, sombrío…
Se adivina que los puntos suspensivos sustituyen a
otros adjetivos que armonizan con los anteriores: triste, desagradable,
abandonado.
En cambio, cuando empleamos el etcétera, quien lee
sabe las palabras que dejamos de añadir.
Ejemplo:
Todos los ministros –gobernación, comercio, justicia,
obras públicas, etc. – serán reorganizados.
El lector conoce la lista completa, indicada en el
etcétera.
(JChM).
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